miércoles, 16 de octubre de 2013

Un centenario de grandeza

Hoy hace cien años que la Tauromaquia cambió. Arrancó la Edad de Oro del Toreo, recordada no sólo por la rivalidad que sostuvieron en los ruedos José y Juan, sino también por el enfrentamiento de dos conceptos artísticos muy distintos. En 1913 ya había deslumbrado en Sevilla un joven Belmonte que en cinco novilladas adelantó lo que sería el toreo moderno, olvidando que tenía cuerpo y toreando con el alma. Un 16 de octubre de 1913 en la Plaza de Madrid empezó todo. Se doctoró de manos de Machaquito y Rafael "el Gallo".

Su toreo, revolucionario, imprimía emoción y estética, mando y sentimiento, la intuición por encima de la fuerza física. Algo nunca visto: Se toreaba sobre los brazos, no sobre las piernas; y ya no había terrenos sobre el toro, pues eran todos del diestro. Predominaba la estética sobre el dominio de la bestia. 
La multitud llenaba cada tarde los cosos temiendo que en cualquier momento cayera el ídolo, porque según los técnicos del momento, como toreaba el trianero no se podía torear. Floreció pues, el arte de la Tauromaquia.
Se retiró en la temporada de 1935, llenando con su presencia la mejor época del toreo de todos los tiempos, en competencia con Joselito. Sus tardes de gloria fueron infinitas, pero puedo destacar la del 21 de abril de 1914, en la que por primera vez se enfrentó con Joselito a una miurada, triunfando de forma tan arrolladora que fue llevado a hombros hasta su casa, teniendo que saludar a la afición varias veces desde el balcón.
Los taurinos le debemos todo. Los toreros de hoy, son lo que son, por lo que fue Belmonte. Vivimos hoy el recuerdo de un torero que por mucho que pasen los años seguirá en la memora de todos. Paró el tiempo, templó en la vida y mandó en el toreo.


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