domingo, 27 de octubre de 2013

El toro de lidia no sufre

El profesor Juan Carlos Illera del Portal, director del Departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado un estudio que demuestra de manera científica que el toro tiene menos estrés durante su lidia que durante el transporte. En el trabajo, en el que colabora Fernando Gil-Cabrera, también se aclara que el toro, ante el dolor, libera unas hormonas, las betaendorfinas, que contrarrestan el sufrimiento, que llega a ser casi nulo.
En una amplia entrevista concedida a la revista 6Toros6, realizada por José Luis Ramón, Illera explica con detalle el estudio que se está realizando en la Facultad de Veterinaria y del que forma parte la Tesis Doctoral de Fernando Gil-Cabrera. Los resultados preliminares ya se presentaron en el VII Symposium de Zafra en el 2005 y sus conclusiones fueron recogidas y publicadas por el director de este medio. 
En la entrevista, Illera explica que lo primero que encontraron al comenzar a trabajar es que “el toro es un animal, entre comillas, especial endocrinológicamente hablando, ya que tiene una respuesta totalmente diferente a la de otras especies animales.  Hemos llegado a comprobar con medidores del estrés, que el toro tiene durante la lidia menos niveles hormonales que durante el transporte”.

Estas mediciones han sido realizadas a toros que son devueltos a los corrales, unos antes de ser picados, otros después y otros incluso con banderillas: “Así hemos podido comprobar que el momento de mayor estrés para el toro es cuando sale a la plaza, desde que está en los corrales hasta que aparece en el ruedo. El toro es un animal especial, que está perfectamente adaptado para la lidia. Y es que todos sus mecanismos endocrinos (hormonales) se ponen en funcionamiento de una manera totalmente distinta a la de cualquier otro animal o incluso las personas. Los novillos se estresan un poco más, pero en los toros, durante su lidia, los niveles llegan a ser prácticamente normales”, explica Illera.
En concreto, los toros en el ruedo liberan betaendorfinas, también conocidas como la “hormona de la felicidad”, que “bloquea los receptores de dolor en el sitio donde éste se está produciendo hasta que llega un momento en que el dolor y el placer se equiparan, y deja de sentirse dolor”, afirma Juan Carlos en la entrevista.
Gracias a estas mediciones, descubrieron que “el umbral de dolor en los toros es grandísimo. Es decir, durante la lidia liberan diez veces más betaendorfinas que un ser humano. Y
siete veces más que durante el transporte”, lo que explica que el sufrimiento en los traslados sea mayor ya que se libera menos cantidad de dicha hormona.

Illera comenta que en una corrida incruenta el sufrimiento del toro sería mayor: “Si no se le picara ni banderilleara, posiblemente siguiera con el altísimo nivel de estrés que tiene al
salir al ruedo. La puya provoca un mecanismo doble en el toro: por un lado le estresa y por otro le produce dolor: y, por consiguiente, al sentir dolor, comienza a liberar las betaendorfinas que lo matizan. (…) Incluso hemos visto que el toro tiene mucho más estrés cuando es recortado que cuando es lidiado y toreado. Como no hay dolor, liberan menos betaendorfinas y, por tanto, éstas no suplen la sensación de estrés y de sufrimiento”.
 
Illera del Portal explica las razones por las que un toro vuelve al caballo después del primer puyazo: “Se trata de un animal con un mecanismo especial que responde rápidamente, en milisegundos, con la liberación de cortisol y catecolaminas. Un humano tarda más en responder. El toro es distinto a los demás animales porque, en cuanto tiene estrés, en mucho menos tiempo que un segundo ya está liberando hormonas para contrarrestar esa situación”. Una vez que ya se han llegado a estas conclusiones, ahora el objetivo del estudio es “recoger muestras de músculo y ver cuántos receptores están bloqueados ante el dolor. Y en cuanto tenga medido el número de receptores bloqueados, yo podría aseverar perfectamente que ese animal no sufre. Así como lo digo: no sufre dolor. De momento sólo puedo decir que creo que no sufre demasiado dolor, pero en cuanto avancemos en la investigación, y sepamos que los receptores están bloqueados, podré afirmar que ahí no hay ninguna sensación de dolor”, sentencia el veterinario.
(www.ganaderoslidia.com)

miércoles, 16 de octubre de 2013

Un centenario de grandeza

Hoy hace cien años que la Tauromaquia cambió. Arrancó la Edad de Oro del Toreo, recordada no sólo por la rivalidad que sostuvieron en los ruedos José y Juan, sino también por el enfrentamiento de dos conceptos artísticos muy distintos. En 1913 ya había deslumbrado en Sevilla un joven Belmonte que en cinco novilladas adelantó lo que sería el toreo moderno, olvidando que tenía cuerpo y toreando con el alma. Un 16 de octubre de 1913 en la Plaza de Madrid empezó todo. Se doctoró de manos de Machaquito y Rafael "el Gallo".

Su toreo, revolucionario, imprimía emoción y estética, mando y sentimiento, la intuición por encima de la fuerza física. Algo nunca visto: Se toreaba sobre los brazos, no sobre las piernas; y ya no había terrenos sobre el toro, pues eran todos del diestro. Predominaba la estética sobre el dominio de la bestia. 
La multitud llenaba cada tarde los cosos temiendo que en cualquier momento cayera el ídolo, porque según los técnicos del momento, como toreaba el trianero no se podía torear. Floreció pues, el arte de la Tauromaquia.
Se retiró en la temporada de 1935, llenando con su presencia la mejor época del toreo de todos los tiempos, en competencia con Joselito. Sus tardes de gloria fueron infinitas, pero puedo destacar la del 21 de abril de 1914, en la que por primera vez se enfrentó con Joselito a una miurada, triunfando de forma tan arrolladora que fue llevado a hombros hasta su casa, teniendo que saludar a la afición varias veces desde el balcón.
Los taurinos le debemos todo. Los toreros de hoy, son lo que son, por lo que fue Belmonte. Vivimos hoy el recuerdo de un torero que por mucho que pasen los años seguirá en la memora de todos. Paró el tiempo, templó en la vida y mandó en el toreo.


sábado, 5 de octubre de 2013

La madurez pletórica de El Cid

En el segundo festejo de la Feria de Otoño disfrutamos. Disfrutamos de un Cid revelador, un esperado Fandiño y un ilusionante Ritter que se doctoraba en la monumental madrileña.

Manuel Jesús "El Cid" brilló, tuvo la puerta grande en la mano. Ocurrió con el cuarto de la tarde. Un excelente toro de Victoriano del Río, "Verbenero", de agresiva expresión pero con una condición magnifica, resaltando su buen pitón izquierdo. Fue una faena de mucha intensidad. Desde que se abrió con el capote hasta que lo pasaportó. Hubo un episodio precioso de quites entre El Cid y Fandiño. Delantales cadenciosos del sevillano a los que Fandiño repitió con unas ceñidas gaoneras y  a los que posteriormente El Cid volvió toreando con gusto a la verónica. Inició la labor muletera con la pañosa roja en la izquierda. Su envidiable y exquisita izquierda. Poso, temple, relajo y torería enlazado con la profundidad que alcanzó aquellos quince pasajes por la izquierda que hilvanó Manuel Jesús pusieron la plaza en pie. Por el pitón derecho dibujó una serie llena de verticalidad y estética. Hubo sentimiento y entrega total. Aquello estaba rebosando felicidad hasta que los aceros barrieran con tres pinchazos las dos orejas que tenía ganadas. El público le obligó a dar una clamorosa vuelta al ruedo, que también pidió para el cornúpeta, pero no fue concedida. No le cortó las orejas al toro pero ahí queda ese recital de toreo al natural. 
Iván Fandiño volvía a Las Ventas. Está anunciado dos tardes en dicha feria. Con los Victorianos y los Adolfos. Cortó una oreja al tercero de la tarde al que brindó al cirujano García Padrós. Toreó de verdad y por abajo el de Orduña, con un tremendo ligazón y sometimiento, sobretodo por el pitón derecho. Mató de una gran estocada y paseó un apéndice. Su segundo tuvo poca transmisión y estuvo por encima de él. 
Fue ovacionado el colombiano Sebastián Ritter con el toro de su alternativa. Brindó al cielo en memoria de Antonio Corbacho y imprimió temple por ambos pitones, derrochando valor en los pasajes por el izquierdo.
Vivimos una gran tarde. Tarde para el recuerdo de la mano de El Cid.