Quiero recordar el San Isidro de 1997, concretamente la tarde del 27 de mayo, esa tarde en la que el toreo entró en otra galaxia y revivió de las cenizas... Llegó un chaval de Galapagar y obró magia cuando se hechó la muleta a la mano izquierda. Consiguió cosir la embestida de un Alcurrucén que no tenia ni medio muletazo, bordo el toreo. El clamor de la afición al haber visto torero y de los buenos, le dio la Puerta Grande venteña y con ella, ser el triunfador de ese San Isidro.
Aquí tenéis la faena, disfrutadla al máximo.
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